Nunca pensé que escribiría esto, pero aquí estoy, contándoles cómo fue enterarme que estaba embarazada de mi tercer hijo… completamente por sorpresa.
Ya tenía dos hijos, la casa llena de juguetes, rutinas, cansancio y amor. Habíamos hablado con mi pareja de que «hasta aquí estábamos bien». Estábamos empezando a recuperar un poco de tiempo para nosotros, reencontrarnos, hasta planear un viaje. Sentíamos que ya estábamos saliendo del túnel intenso de los pañales y las desveladas.
Pero la vida, con su forma tan misteriosa y mágica, tenía otros planes.
El día que me enteré
Me sentía rara. No mal, solo… diferente. Un retraso, una intuición. Me hice la prueba sola, en casa. Y ahí estaba: positivo.
No lloré. Tampoco sonreí. Me quedé en silencio. Mi mente corría a mil:
«¿Y ahora qué?»
«¿Cómo se lo digo a mi pareja?»
«¿Tengo energía para esto otra vez?»
«¿Y el trabajo? ¿Los niños? ¿Mis planes?»
El torbellino emocional
Pasé unos días como en piloto automático. No era tristeza, pero tampoco era alegría. Era confusión. Me sentía culpable por no saltar de emoción.
«¿Cómo no voy a estar feliz si un bebé es una bendición?», me repetía. Pero la verdad es que necesitaba tiempo para procesarlo.
Fue un duelo de lo que yo pensaba que sería mi vida en ese momento.
Y también fue el inicio de algo nuevo que aún no sabía cómo abrazar.
Aceptar desde el amor
Lo que cambió todo fue hablarlo. Con mi pareja, con mi mamá, con amigas. Escuchar que no era la única que se había sentido así. Que estaba bien tomarse un respiro antes de enamorarse de la idea.
Empecé a conectar con ese bebé desde lo más simple: un latido, un nombre, un primer movimiento.
Y un día, sin darme cuenta, me vi hablándole con ternura a esa panza que ya empezaba a crecer. El amor llegó sin forzar nada.
Hoy, miro atrás…
Y solo puedo dar gracias. Porque este bebé, que vino sin aviso, llegó a completar algo que yo no sabía que estaba incompleto.
Me enseñó a soltar el control, a confiar, a abrir espacio donde pensaba que no había.
Hoy somos cinco. Y sí, es más caótico, más ruidoso… pero también más lleno de vida.
Para ti, mamá…
Si estás viviendo algo parecido, solo quiero decirte esto:
Está bien no saber cómo sentirte al principio.
Está bien si el amor no te invade de golpe.
Lo importante es darte permiso de vivir el proceso a tu ritmo.
El corazón, aunque asustado, siempre encuentra la forma de agrandarse.
-Mamá Anónima-