Nos relacionamos con el mundo a través de lo que pretendemos que el mundo sea, basados en nuestros propios criterios de lo que está bien o mal, correcto o incorrecto;
O por el contrario logramos conectar con esa esencia con la que llegamos al mundo al momento en que nuestras madres nos dieron a luz?
Esa esencia está relacionada solo con el amor verdadero; ese que se basa en el respeto y la aceptación por quienes nos rodean, sin importar su raza, clase social, credo, género, nacionalidad, y aún más allá considerando que sus aprendizajes son muy distintos a los nuestros; A pesar de que las palabras pueden ser las mismas, sus significados varían de acuerdo a las enseñanzas recibidas de quienes nos inculcaron que valor y que importancia se le da a cada cosa, desde sus propios juicios y aprendizajes.
Tenemos la obligación con nuestros hijos de desprendernos del “deber ser”, si queremos formar futuros adultos felices que estén comprometidos con aquello que verdaderamente los mueve en su esencia, pues desde ese lugar no serán niños maltratados por sus pares; no habrá uno norma generalizada acerca de que nunca se es suficiente, sin tener en cuenta cuál realmente es ese don único con el que cada cual llegó a este mundo; los asustamos, cómo lo hicieron con nosotros basados en esa premisa de que si no se esfuerzan más allá incluso de sus capacidades únicas no serán “alguien” porque la vida cada vez es más dura, como decía Franco De Vita?
Vivir y dejar vivir con verdadero amor, el
de la aceptación y el respeto, generaría esa paz tan anhelada que solo se ve en los cuentos de hadas que les leemos para dormir.
Y tú, cuál amor usas para la crianza de tus hijos?
Alexandra Borrero Monge
Consultora personal, de relaciones y resolución de conflictos.
IG: onto_logia
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