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El segundo año de vida

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Tu hijo ya no depende tanto de ti e inicia la primera infancia.

Que tú bebe goze de buena salud depende en gran medida de la alimentación durante el embarazo. Encuentra información detallada sobre la nutrición que debes llevar durante esta etapa tan importante. Los niños comienzan a crecer menos rápido. Al llegar a sus 12 meses, miden unos 75 centímetros y hasta el mes 24 completarán otros 12 en promedio; su peso se incrementará de nueve o diez kilos hasta 12 ó 13 y el perímetro cefálico aumentará de entre 46 y 47 centímetros hasta 48 ó 49, logrando casi el tamaño que tendrá la cabeza definitivamente. Debes revisar estas medidas con el pediatra.

El momento de comenzar a caminar suele presentarse entre los 12 y 14 meses, pero puede extenderse hasta los 15 ó 16. Si a esta edad tu niño no camina o lo hace en las puntas o con las puntas desviadas, debes consultarle al pediatra. Igualmente si habla muy duro o parece que no escucha o no entiende lo que se le dice, aunque también debes evitar adivinar lo que tu hijo quiere decir y hablarle con las palabras que tu niño utiliza porque así no se estimula el habla y el resultado es que no se le entiende lo que dice.

La consulta pediátrica para control es fundamental. La información que suministres al médico es importantísima para poder detectar problemas. Habitualmente, los pediatras preguntan sobre la forma en que tu niño habla, si entiende lo que le dices, cómo emplea sus manos, dedos, piernas y brazos; su comportamiento, su relación con otras personas, la forma en que aprende a hacer cosas por sí mismo y el desarrollo de habilidades escolares o preescolares.

A los niños en esta edad les encanta jugar y lo hacen con todo. No son muy claros en sus escogencias, tienen mucha energía para estar activos, son poseedores de un temperamento explosivo y no le tienen miedo a nada, por lo que se deben extremar las medidas de prevención.

Como ya caminan y mejora notablemente su motricidad fina y gruesa (pueden correr, saltar, patear pelotas, subirse y bajarse de los muebles solos, garabatear, pintar, moldear con plastilina, doblar papel y construir torres con bloques), quieren autonomía e independencia para explorar el mundo y trepan por todo lado.

Al finalizar la etapa, aprenden a controlar sus esfínteres, construyen algunas oraciones simples, siguen instrucciones sencillas, hallan objetos escondidos, empiezan a clasificar las cosas según su forma y color y a practicar juegos de simulación (por ejemplo, alimentan una muñeca). Además, tienen ciertos miedos (a la oscuridad o a algunos animales, por ejemplo), se tornan egocéntricos y mordelones. Esto último puede deberse a diversos motivos (imitación de las conductas de los adultos, susto, por socializar y hacer amigos) que deben ser identificados por los papás para corregirlo.

Suelen aparecer los llamados problemas de apetito, que muchas veces no existen pues simplemente los niños están más interesados en jugar y explorar que en comer y ya no necesitan tanto alimento porque su crecimiento no es tan vertiginoso como antes. Su dieta debe ser completa, equilibrada, suficiente y que no genere rechazo, para recordar esto conviene memorizar la sigla CESAR (completa, equilibrada, suficiente, adecuada y sin rechazo). A esta edad, los niños trituran, mastican y degluten mejor los alimentos.

Hay que seguir el programa de inmunización en dosis y tiempos. Es primordial tener cuidado con elementos que se puedan llevar a la boca y atorarlos o intoxicarlos.

Al llegar a los tres años, deben ser capaces de bañarse, vestirse y comer sentados sin la ayuda de un adulto, aunque sí supervisados; identificar su género, haber visitado al odontólogo por lo menos dos veces y una vez al oftalmólogo.

Pautas de crianza

Puedes sorprenderte de que tu hijo tenga comportamientos que no siempre te agradan y en los que pareciera desafiar las normas. Esto se debe a la creciente autonomía de los niños y no a que adrede se porten mal.

En este aspecto conviene obrar con calma y buscar la forma de proteger a tu niño sin coartarle su exploración del mundo. Hay que dejarle jugar y no frustrar su deseo de conocer y experimentar. En pocas palabras, dejarle ser niño.

Decirle ‘no’ es inconveniente y lo mejor es cambiar la frase por algo positivo; en vez de decirle “no chupes dedo”, mejor invítalo a que chupe una fruta. Así, permites que tu niño aprenda por su experiencia y no con una cantaleta, que es tan ineficaz como corregirlo con humillación o ridiculizándole, o prometer y no cumplirle, así sea una promesa de reprimenda.

Ten reglas claras y una buena comunicación, exprésale amor, háblale, cuídalo y acompáñalo, ya que todo esto conforma la base de la educación paterna que definirá la vida futura de tu niño.

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